miércoles, 8 de junio de 2011

Un Viaje que me impactó... el Pirineo Oriental Francés... PARTE PRIMERA

No es fácil transcribir con palabras las sensaciones que experimentamos cuando para bien, quedan en nuestro recuerdo.

Por ese motivo un buen libro, una buena guía o un buen relato, son difíciles de escribir. Por ello la Literatura es una de las disciplinas en las que se dividen las Artes, y como arte utiliza la palabra como medio de expresión, y es ahí donde radica su mayor complejidad, transformar la palabra en imágenes, en Imaginación.

Voy a intentar explicar con mis palabras un viaje que me hizo soñar despierto, lleno de admiración por la Naturaleza y por la Historia que abraza a ese país que tenemos como vecino, pero que, al igual que Portugal, son dos grandes desconocidos para los que habitamos en la Piel de Toro.


El Pirineo español, al igual que el francés, es una muralla extensa, verde y rocosa muy difícil de atravesar, pero me voy a ceñir únicamente a la parte que he podido conocer, la oriental mediterránea.

A diferencia del español, el Pirineo francés, ubicado en su falda norte, es muy abrupto, muy frio, muy verde, muy salvaje y a la vez muy difícil de atravesar. Yo lo hice en pleno mes de julio pero a pesar de ser verano daba la sensación de ser otoño o invierno por las nubes, la lluvia, la niebla y el frescor de su temperatura.

Daba la sensación de estar en otro mundo, en otra dimensión, rodeado de tanta Naturaleza, solo árboles, agua, rocas y animales, como si el hombre nunca hubiera lo hubiera pisado o al menos levemente, como las tímidas carreteras y puentes que se atreven a descansar sobre sus lomos y pasan sobre sus ríos y riachuelos. Incluso, hasta estas construcciones parecen de otra época, de otra dimensión, no por lo grande, si no por lo reducido de su tamaño y por el cariño con el que las construyeron.

Conforme iba avanzando hacia el norte, el paisaje abrupto y natural iba dejando paso a la civilización, con pedanías de piedra colgadas de los escarpados de las montañas. Poco a poco las pedanías iban dejando paso a los pueblos, auténticas joyas medievales, construidos a base de piedra y de madera. Las montañas iban transformándose en valles abiertos con el paso de los kilómetros. Una vez que dejé la falda norte del Pirineo, el cielo empezaba a abrirse, y el paisaje, sin dejar su verde esplendor, dejaba tímidamente paso a bosques y pastos más mediterráneos llenos de flores y casitas cuidadosamente decoradas. No obstante, lo mejor aún tendría que llegar.

Me dirigía a Carcassonna. 
Es una ciudad medieval del sur de Francia amurallada que data del siglo IX, capital del departamento o provincia de Aude, en la región Languedoc-Rosellón. La ciudad está rodeada de viñedos y de Maisons de piedra por las que también el transcurso de los años no parece haberles dejado huella. 

Pero el viaje no acabó ahí, no hizo nada más que empezar ya que conforme iba subiendo a través del mapa dirección norte el paisaje se hacía cada vez más bonito y agradable, y a la vez, más rico en colores, pueblos, campo, construcciones y naturaleza

Continuará...